Decidido, este año si, a pasar unas merecidas vacaciones Juan eligió una hermosa playa, buscando relajarse y disfrutar del sol y el mar.
Mientras exploraba la zona, descubrió una encantadora cafetería a pie de playa. Fascinado por el ambiente relajado y la vista panorámica al mar, decidió hacer de ese lugar su oficina temporal.
Cada día, a primera hora de la mañana, y como buen cincuentón, madrugaba y se sentaba en una mesa junto a la ventana, con su laptop y una taza de café. Mientras los demás iban a por churros, él trabajaba en su tienda online de productos artesanales, realizaba cambios en las páginas de la web para ofrecer una experiencia aún mejor a sus clientes.
Aunque no tenía conocimientos técnicos en marketing digital, no lo veía difícil y se aventuraba a modificar los aspectos visuales y funcionales del sitio.
Mientras Juan trasteaba probando nuevos plugins, borraba y renombrada páginas y fichas de producto de su tienda online, llamó la atención de Laura, otra cliente habitual de la cafetería a esas tempranas horas. Laura era curiosa por naturaleza y le intrigaba lo que Juan estaba haciendo. Decidió acercarse y entablar una conversación amistosa para descubrir más sobre su proyecto web.
Un encuentro fortuito y el descubrimiento del tesoro.
Una vez roto el hielo y después de una breve conversación amistosa, Juan le contaba a Laura sobre su negocio en línea. Le explicaba que se dedica a la venta de productos artesanales, como joyas hechas a mano y artículos decorativos únicos.
— ¿Joyas hechas a mano? — Laura se muestra interesada al momento y le pide a Juan que le muestre su web. Girando el portátil sobre la mesa, le muestra su página y le explica que ha estado haciendo modificaciones para mejorarla.
— ¿La has hecho tu?. Está muy bien — Juan se inclinó hacia atrás y, con cierto rubor, aclaró — Bueno, me la hizo un diseñador web, pero el mantenimiento lo llevo yo, que no tengo ganas de pagarle a nadie por apretar dos botones de vez en cuando.
Laura captó el mensaje con el típico comentario a lo “Juan Palomo”, por lo que se centró en los productos. Se mostró impresionada por el talento y la calidad de los productos mostrados en el sito. Le confesó que ella misma es una apasionada de los productos artesanales y que ha comprado varios en línea.
Juan hizo una mueca de satisfacción al escuchar eso, se inclinó en la mesa y le preguntó a Laura si tiene alguna sugerencia para mejorar su sitio y aumentar las ventas. Laura, sonriendo, y le ofreció algunos consejos basados en su propia experiencia como compradora.
Así pasaban las mañanas, cada día, desde las ocho hasta las nueve y veinte aproximadamente, que era cuando Juan y Laura volvían con sus respectivas familias para pasar un relajante día verano.
Un desastre digital y un ataque de pánico.
Juan se encontraba en la cafetería como cada mañana, absorto en su portatil, mientras el café, testigo mudo de lo que estaba a punto de suceder, se enfriaba.
De repente, a Juan se le escapó un “Ay Dioss”, y su rostro se tornó pálido como la pared. Sus ojos se abrieron como platos al darse cuenta de que todos los enlaces de los resultados de búsqueda en Google para su sitio web conducían a un desalentador error 404.
El corazón de Juan comenzó a palpitar rápidamente mientras observaba cómo las estadísticas de visitas a su página llevaban días caías casi a cero. El pánico se apoderó de él, y su mente empezó a divagar sobre las posibles razones detrás de este desastre.
En ese preciso momento, Laura entró en la cafetería, y al primer vistazo ya notó su estado alterado. Se acercó rápidamente y preguntó con preocupación. — Juan, ¿qué está pasando? Te veo muy nervioso”. — Juan levantó la mirada y sus ojos encontraron los de Laura. Con una voz temblorosa, le explicó lo que había descubierto — Laura, todos los enlaces de búsqueda conducen a un error 404. Las visitas han caído drásticamente. No sé qué hacer, estoy en pánico. — Laura pudo percibir el miedo y la frustración en las palabras de Juan. Con calma, colocó una mano reconfortante sobre su hombro y dijo –Tranquilo, Juan. Vamos a encontrar una solución juntos. — Se sentó junto a él en la mesa — Primero, muéstrame que has estado haciendo en la web estos días. –.Juan asintió, tratando de controlar su respiración agitada. Deslizó el portátil hacia ella, y la miró con preocupación. — No te preocupes, sé lo que me hago — Le tranquilizó.
La solución y las redirecciones 301.
Laura se puso manos a la obra sin perder un minuto. Juan la observaba la pantalla del portátil en silencio, con el cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante y los brazos cruzados. A sus cincuenta y pico tacos, se mostraba inseguro, como un niño esperando a que un adulto reparara el juguete que acababa de romper.
Ella seguía a lo suyo con determinación, estaba usando una herramienta para encontrar los enlaces rotos más rápidamente. La herramienta escaneaba el sitio y comenzaba a listar los resultados.
Mientras la herramienta escaneaba, Laura explicó a Juan la importancia de las redirecciones 301. Le aseguró que, una vez encontrados los enlaces rotos, podrían redirigirlos correctamente para que los usuarios no encuentren más errores 404.
Una vez que la herramienta terminó de escanear el sitio, Laura y Juan revisaron los resultados juntos. Identificaron los enlaces rotos y procedió a instalar un plugin para programar las redirecciones 301 adecuadas de una forma sencilla. Le explicó que con este plugin, Juan podría programar nuevas redirecciones en el futuro, él mismo y con la seguridad de no romper nada.
Después de solucionar el problema de las redirecciones, Laura pudo comprobar que algunas páginas estaban indexadas sin que su indexación hiciera falta. Le explicó a Juan la importancia de marcar ciertas páginas como “no index”. Le mostró cómo configurar correctamente las páginas como los avisos legales y otras similares para que no sean indexadas por los motores de búsqueda.
Poco a poco, todo estaba volviendo a funcionar con normalidad. Juan se sintió aliviado, pero al momento le entró curiosidad. — ¿Cómo sabes tanto de esto? — Le preguntó. — Soy una de esas diseñadoras web, que luego no hacen falta para llevar el mantenimiento… apretando dos botones de vez en cuando, jajaja. — Le dijo mientras sonreía y le sacaba la lengua burlona.
Juan se sintió un poco abrumado — No sé como he podido fallar en esto — Intentó excusarse. — Fácil, — Apuntó Laura. — Lo tuyo es fabricar joyas hechas a mano, no tienes porqué saber de todo. Es mejor hacer lo que sabes hacer, y confíar en otros para que te ayude en el resto de cosas que no controlas tanto, como por ejemplo la web.
Agradecido por el apoyo y un poco ruborizado al recordar comentarios de días anteriores, le dijo: — Se nos ha enfriado mucho el café del desayuno, y seguro que tienes hambre. Te invito a almorzar — Laura asintió aceptando la invitación y se quedaron almorzando y comentando ideas para ampliar funcionalidades y otras cosas.
Moraleja.
La moraleja de esta historia es que, con determinación y apoyo, podemos resolver cualquier problema. No importa cuántas cosas te encuentres en la instalación de tu sitio web, siempre hay una solución si se trabaja en equipo.
Es todo.
Este es un relato de ficción escrito con técnicas de storytelling. El storytelling es el arte de contar historias de manera atractiva y persuasiva para hablar sobre una temática concreta. Se diferencia de un artículo convencional en que, con el storytelling se busca involucrar emocionalmente al lector a través de una narrativa y por consiguiente, es muy efectivo.
Si estás interesado en incluir relatos de storytelling para tu sitio web o tu blog, puedes contactar dejando un mensaje. y te contestaré lo antes posible.